El Templo de San Nicolás, ubicado estratégicamente en la bulliciosa Calle Somera de Requena, representa una pieza arquitectónica clave en el paisaje urbano y religioso de la ciudad. A diferencia de otros templos más antiguos de Requena, esta edificación se distingue por su clara adhesión al estilo neoclásico, una manifestación de la Ilustración que buscaba la sobriedad y la armonía inspiradas en la antigüedad clásica.
La historia de este Templo de San Nicolás se ancla en el siglo XVIII, un periodo de profundos cambios culturales y artísticos en España. Tras el derrumbe de una anterior iglesia gótica dedicada a San Nicolás (la primera parroquia cristiana de Requena), se tomó la decisión de erigir un nuevo templo que reflejara los principios estéticos de la época. La primera piedra de este renovado San Nicolás se colocó en 1746, y la iglesia fue inaugurada en 1756. Su rápida construcción, en comparación con otros templos de la época, subraya la urgencia y el fervor por dotar a la ciudad de un nuevo espacio de culto acorde a los tiempos.
El emplazamiento original de la primera parroquia de San Nicolás se situaba en el Barrio de La Villa, el núcleo histórico de Requena. Este nuevo templo en la Calle Somera, aunque con la misma advocación, marcó un cambio de ubicación hacia una zona de mayor expansión urbana.
El Templo de San Nicolás es un ejemplar preclaro del neoclasicismo requenense, caracterizado por su austeridad decorativa, su búsqueda de proporciones equilibradas y la evocación de las formas grecorromanas:
Planta y nave: el edificio presenta una planta de cruz latina, un esquema frecuente en la arquitectura eclesiástica neoclásica, con una única nave principal flanqueada por capillas laterales que se insertan entre los contrafuertes. La nave se cubre con una bóveda de cañón con lunetos que permiten la entrada de luz.
Crucero y cúpula: en el punto de intersección de la nave con el transepto (brazos de la cruz) se alza una majestuosa cúpula sobre un tambor y pechinas. Esta cúpula es un elemento central del diseño neoclásico, que dota al interior de gran solemnidad y verticalidad, además de permitir una generosa iluminación cenital.
Fachada principal: la fachada, sobria pero elegante, sigue los cánones neoclásicos. Se organiza en un esquema de tres cuerpos. El cuerpo central, que avanza ligeramente, está definido por pilastras que flanquean un gran vano de entrada, probablemente rematado por un frontón triangular o curvo. La ausencia de excesiva ornamentación y la primacía de las líneas rectas son sellos distintivos de este estilo.
Materiales: la construcción combina la mampostería con el ladrillo, utilizando la sillería de piedra para los elementos estructurales y detalles ornamentales más importantes, como la portada y las esquinas.
El interior del Templo de San Nicolás refleja la austeridad y la claridad compositiva propias del neoclasicismo, buscando una atmósfera de recogimiento y racionalidad:
Luminosidad: la disposición de ventanas y la cúpula central garantizan una notable entrada de luz natural, realzando la pureza de sus líneas arquitectónicas.
Altares y retablos: aunque muchos elementos originales se perdieron o fueron dañados durante conflictos históricos, el diseño interior contemplaba retablos que complementaban la sobriedad del conjunto.
La Torre Campanario: de planta cuadrangular, se alza adosada al templo y remata con un cuerpo de campanas sobrio, acorde con la estética general del edificio.
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El Templo de San Nicolás de Requena, con su inconfundible estilo neoclásico, es un monumento que encapsula la estética del siglo XVIII, marcada por la búsqueda de la razón, la simetría y la inspiración clásica. Erigido sobre los cimientos de una tradición más antigua, este edificio sirve como un valioso testimonio de la arquitectura neoclásica en la región y como pieza clave en la evolución urbana y artística de Requena.